¿Qué mostramos en las fotos?

Viaje soñado con amigos, paisajes increíbles. ¿Qué puede salir mal? Te invitamos a leer este relato, donde lo podemos explicar mejor. Llegamos 3 de los 4 a Cusco un 10 de marzo. Fue pisar tierra e inmediatamente sentir mareos constantes y un embotamiento difícil de explicar. No a todos les pasa, lo sé. Pero nosotros no tuvimos esa suerte. Cuando llegamos al hostel, notaron de inmediato nuestro estado y nos ofrecieron tomar té de coca amargo (sinceramente, no es lo más rico para tomar sintiendo nauseas, pero que es efectivo, es efectivo), y obviamente aceptamos sin pensarlo.  

Cabe destacar que Cusco se encuentra a 3399 m.s.n.m., y en Buenos Aires estamos sólo a 25.  Los efectos de la altura nos duraron algunas horas. Las recomendaciones de los lugareños fueron caminar lento «como abuelitas» y comer liviano.

Recorrimos el casco histórico y nos pareció hermoso desde todos sus ángulos. Cada hora que pasaba, nuestros cuerpos iban asentándose a la altura, sintiéndonos mejor a cada instante.

En el segundo día en Cusco, llegó la 4ta integrante, que tuvo la suerte de no sentir nada de lo que habíamos sentido nosotros. Volvimos a recorrer Cusco entre lluvias intermitentes, y nos enamoramos todavía un poquito más.

Cuando decidimos regresar al hostel, buscamos precios para hacer algunas excursiones que teníamos planeadas. Preguntamos en varios locales que las ofrecían, y finalmente nos convenció un señor muy amable que supo vendernos no solo una, sino dos.

Pero a lo importante vamos, la primera por la que nos decidimos fue por la laguna de HUMANTAY

La excursión sería al otro día, y teníamos que madrugar, pero no importaba porque esa laguna lo valía todo.

Salimos del hostel a las 4:30 am y tuvimos que caminar algunas cuadras cuesta arriba con muchos escalones (uff otra vez sentíamos la altura!). Nos subimos a una combi y ¡empezó nuestra aventura! O, ¿empezó la aventura? 

El viaje duró aproximadamente 1:30 hs. Para que sepan, a la que peor le afectó la altura fue a mi, Sole. Logré dormir media hora, cuando de repente me desperté con un hermoso camino sinuoso y más altura…AUN. Un combo que a mi cuerpo no le sienta nada bien. Náuseas, dolor de cabeza, falta de aire y escalofríos. Juro que intenté dormirme pero no hubo caso. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que le pedí al coordinador que pare para bajar a vomitar.

Me terminó dando bolsitas, porque si seguíamos parando no llegábamos más. Arribamos a la primera parada: ¡A desayunar! Claro que no lo pude aprovechar, porque seguía con dolor de cabeza y no podía ingerir nada, ni siquiera pensarlo. 

Todos la pasaban tan bien, y yo no podía ni siquiera levantar la cabeza para mirar el paisaje.

Continuamos camino arriba de la combi, y finalmente llegamos a la base. Ahí terminaba el recorrido sobre ruedas. Baños químicos, palito en mano y ¡¡¡a caminar !!!

Había muchos lugareños que te ofrecían hacer el viaje a caballo. Me negué. Principalmente porque no me gusta que los animales trabajen, y menos que carguen peso. A medida que subíamos, subían los precios. La viveza la encontramos en todos lados ¡eh!

Pero llegó un momento donde definitivamente ya no podía caminar. No era falta de aire, y tampoco era falta de estado físico. Simplemente no podía. La cabeza me explotaba. Éramos un grupo de 20, y yo era la última. Mis amigas me hicieron el aguante caminando como abuelitas al lado mío. No se muy bien hasta dónde camine, solo se que los últimos 15 minutos tuve que pagar para que me lleve una pobre mulita. Se llamaba Linda. Le pedí perdón muchas veces, pero era la única forma de llegar y no quedarme sola en el medio de la montaña.

Finalmente llegué a la tan esperada laguna. 5473 m.s.n.m. ¿entienden la altura? Sola, sin mis amigos, y sin el coordinador. Me senté en una piedra y la cabeza me dolía todavía más que antes.

Tampoco podía creer lo que veían mis ojos, tanta belleza en un solo lugar. Pero juro que era tanto el malestar que hoy miro las fotos, y no recuerdo apreciarlo como se merecía. 

Vomité adelante de muchos desconocidos, otra vez. Era la única forma de aliviar aunque sea un poco todo lo que sentía.

A los minutos llegaron todos. El guía me dio agua florida y me explicó cómo usarla: tuve que frotarla en mis manos, aplaudir y después llevarme las manos a la cara. Creo que también me dio una pastilla, ni siquiera estoy segura de esto.

Después del tiempo estimado que te dejan estar en la cima, emprendimos la bajada. Y yo pensaba ¿ya? ¿Otra vez? ¿Esta vez podré llegar al final?

Hasta eso me costó, pero poco a poco mi cabeza se fue descomprimiendo y volví en sí. Linda foto ¿no?, ¿Canchera?, ¿facherita?. Pero por cómo me sentía realmente, y encima posar para las fotos, diría que tan mal no está ¿no?. 

Me pareció una buena idea poder contar mi experiencia para que otros no pasen por lo mismo, o al menos, tengan en cuenta que la altura no es para cualquier persona. Todos somos diferentes, nuestros cuerpos reaccionan distinto. Está bueno tener en cuenta que por más que estemos en buen estado físico, nos puede pasar igual.

En otros viajes, como en el Norte Argentino o en las altas cumbres en Córdoba también me apuné. Fue mucho más leve, pero me pasó. Por lo tanto, mi recomendación a todos, y sobre todo a los que saben que se apunan con facilidad, es que hagan una BUENA adaptación a la altura si van a esta hermosa laguna.  

Yo solo estuve 2 días en Cusco. Evidentemente no fue suficiente.

Por todo lo que pasó, tuvimos que suspender la excursión del día siguiente, a la montaña de los 7 colores, y que por suerte, el vendedor que fue tan amable, nos cambió por un viaje en cuatri espectacular. 

¡Simplemente eso amigos! 

Estén atentos a la condición de cada uno al viajar, ¡para poder disfrutar plenamente de estos paisajes increíbles !

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